Centros de datos: el pilar de la disrupción tecnológica

Mário Pires | Schroders

Head of Portugal
En este cargo, Mário Pires es el responsable de velar por los intereses y las necesidades de los clientes intermediarios e institucionales en Portugal, así como por el crecimiento del negocio en la región.

Abril de 2025 por Mario Pires

Cada vez que pagamos con MB Way, vemos un nuevo episodio en streaming, publicamos un post o hacemos una pregunta al asistente de inteligencia artificial, millones de operaciones simultáneas se procesan en centros de datos sin darnos cuenta. 

Ni siempre ha sido así. A finales del siglo XX, estos centros acogían básicamente los enlaces a internet, pero la transición hacia la era digital ha impulsado la transformación de estas estructuras, que ahora son centros gigantes, resilientes y descentralizados, equipados con unidades de procesamiento gráfico avanzadas, sostenidos por sistemas de refrigeración de última generación, fuentes de alimentación redundantes y elevadas medidas de seguridad.

Separados de las compañías que prestan servicios de comunicaciones, han pasado a ser empresas autónomas, especializadas en gestión a largo plazo de estas infraestructuras, que son críticas para el funcionamiento de la sociedad, pues ya no alojan solo la red de internet público.

Albergan cada interacción y toda la economía

Un primer impulso a este crecimiento vino de mano de los smartphones, que generaron un aumento de datos sin precedentes al amplificar la demanda de almacenamiento y procesamiento de información e imágenes. Más recientemente, la puesta a disposición a gran escala de soluciones basadas en ciencia de datos e inteligencia artificial (IA) ha estimulado esta elevada demanda volviéndola exponencial. 

Desde un punto de vista económico, esta realidad refleja la digitalización de los negocios y el crecimiento de la computación en la nube, pero los centros de procesamiento de datos se han vuelto fundamentales para el funcionamiento de prácticamente todas las organizaciones, desde los bancos a los gobiernos y las fuerzas de seguridad, pasando por millones de empresas y por la comunicación entre estas y sus clientes.

Cada interacción digital que hacemos activa múltiples servidores, bases de datos y algoritmos que procesan, validan y transmiten información. Son los centros de datos quienes albergan estas operaciones, sosteniendo la infraestructura que define la economía digital y garantizando su rapidez, seguridad y fiabilidad.

Además, cada nueva aplicación se propaga rápidamente, lo que exige una mayor capacidad de respuesta de dichos centros de datos: si Netflix ha tardado más de 10 años en llegar a los 100 millones de usuarios, WhatsApp solo ha necesitado tres años y medio. Hace poco, TikTok ha llegado a los 100 millones de usuarios en nueve meses y ChatGPT en solamente dos.

Cada innovación tecnológica depende de la capacidad de los centros de datos y, si bien es difícil saber qué innovaciones van a dominar los próximos años, algo es cierto: no existirán sin centros de procesamiento de datos.

Pero existe otro punto de vista que debemos tener en cuenta: cuantos más datos haya que almacenar y procesar, mayor será la factura energética de cada centro de datos y su impacto en el consumo de recursos.

Centros de datos: consumo energético y sostenibilidad

Más allá de la enorme cantidad de energía que necesitan para operar las 24 horas, los centros de procesamiento de datos tienen elevadas necesidades energéticas de refrigeración (para mantener la integridad de sus servidores), lo que es un reto que requiere soluciones capaces de conciliar eficiencia y sostenibilidad.

Un único centro de datos puede consumir tanta energía como un pueblo o una ciudad. En EE. UU. los centros de datos han sido responsables del 4,4% del consumo total anual de electricidad en 2023, según el “2024 United States Data Center Energy Usage Report”, y se espera que ese porcentaje siga aumentando.

Así pues, la revolución digital camina en paralelo a la transición energética en la búsqueda de soluciones de fuentes renovables. Es fundamental que los centros de procesamiento de datos puedan convertirse en instalaciones menos dependientes de la energía fósil, con menos impacto medioambiental y menores costes operacionales derivados del consumo eléctrico.

Los profesionales, las empresas y los países que sepan cómo conseguir conciliar estas múltiples necesidades de los centros de datos garantizarán su lugar en la “pool position” de la economía a nivel global.